Estanislao Bachrach: “La gente muere sin ser feliz y creyendo que tuvo razón”

Biólogo argentino y best seller, después de una fuerte desilusión en Harvard, donde investigaba, se alejó de la ciencia. Hoy es uno de los divulgadores científicos más populares del país. En su próximo libro tocará el tema de las emociones.

Estanislao Bachrach, 48 años, divorciado, dos hijos pequeños. Hijo de un psicoanalista lacaniano y de una psicoanalista freudiana, ambos fallecidos. Hermano de dos varones, él es el del medio. Esos son, digamos, los datos irrefutables. Después está aquella madrugada de 2004 cuando en Boston nevaba y él sintió el pánico. Estaba en el laboratorio de la Universidad de Harvard. Llevaba tres años investigando una enfermedad incurable, apoyado en la publicación de un científico –un colega– que contenía información falsa. Lo habían advertido, pero esa madrugada se dio cuenta de que continuar no tenía sentido. De ahí el pánico, que hoy no se manifiesta con parálisis y terror, sino con dolor crónico.

La vida de Estanislao cambió esa madrugada, en ese laboratorio, después de haber invertido la mitad de su vida en los estudios. Tenía apenas 33 años, un título de doctor en biología molecular y el orgullo de sus padres que, a su manera, lo alentaban a ser un científico que se destacara entre los científicos. La desilusión no era sólo personal. Implicaba también asumir que en una de las instituciones más prestigiosas del mundo había casos de corrupción. Así que juntó sus cosas y volvió a la Argentina.

A 16 años de aquella noche cerrada que le cambió la vida, Estanislao bebe un té en un departamento luminoso de Vicente López, con vista al Río de la Plata. Es el segundo lunes de marzo, un día inestable, de ésos que anticipan el otoño. Lejos de cualquier laboratorio, sigue siendo científico y sigue abocado a la biología. Pero encontró en la docencia, la escritura y en las charlas privadas o masivas una manera amable y entretenida de divulgar conocimientos que no son accesibles para todos. Es un “traductor” de la ciencia dura, con el foco puesto en algo que tenemos todos: el cerebro. Y acaba de terminar su cuarto libro, de próximo lanzamiento, en el que se mete de lleno en algo que también tenemos todos: emociones.

Estanislao Bachrach en su casa de Vicente López. /Luciano Thieberger.

Estanislao Bachrach en su casa de Vicente López. /Luciano Thieberger.

En el limbo, así se llamará su nuevo trabajo, promete bastante. Esta vez la propuesta de Bachrach es aprender a diseñar las emociones para “convertirte en quien siempre quisiste ser”. Una misión titánica, porque uno debería tener más o menos claro quién quiere ser. La clave debe estar en que él supo y se recicló. Y que además es su propio conejillo de Indias. ¿Y si las neurociencias fueran la nueva autoayuda? “Entre Harvard y hoy me siento mucho mejor. Antes no me gustaba nada lo que hacía. Digamos que cumplía, rendía bien, le mostraba a mi papá que estaba en Harvard… pero después llegaba a mi casa y me ponía a llorar”, dice Estanislao y apoya la taza con té en la mesa de vidrio. El ruido es leve, pero aturde.

-¿Al cerebro hay que mandarlo…?

-No: waitNo “hay que” nada.

-Pero, ¿es posible entrenarlo?

-Es verdad que al cerebro, como si fuese un músculo, podemos entrenarlo. Pero “no hay que”.

-Bueno, ¿en qué circunstancias, entonces, conviene hacerlo?

-Cuando ves que tu vida es un sufrimiento permanente y tu bienestar, muy bajo. El momento en que te das cuenta de que vivís quejándote y que le estás echando la culpa a todo y a todos: al Gobierno, al país, a tu jefe, a tu pareja, a la empresa en la que trabajás…

Si pudiéramos pensar de una manera diferente lo que nos sucede en la vida, nos sentiríamos mejor. El poder que tiene la forma de pensar es increíble.

Estanislao Bachrach
BIÓLOGO Y DIVULGADOR

-¿Incide el contexto de cada uno?

-El contexto impacta en tu vida, sí. Pero, ¿y vos qué? ¿Y tu cabeza, qué? ¿Y tu forma de pensar? La ciencia ha demostrado que el contenido, la calidad de lo que pensás, tiene un impacto en tu bienestar. Somos propensos a pensar en negativo porque hace muchos, miles de años, nos permitía sobrevivir. Estar con miedo, estar triste, enojarse nos ponía atentos para conseguir comida y cuidarnos de los leopardos, de los rayos. Ese cerebro nos protegía. Pero hoy estar así no nos sirve de nada. Es más: nos genera malestar.

-¿Los pensamientos positivos…?

-Te vuelvo a frenar: be careful. No necesariamente “positivos”. Podríamos llevar la cabeza al gimnasio para tener pensamientos realistas y racionales, y por momentos positivos. Si uno pudiera reinterpretar, es decir, pensar de una manera diferente lo que le sucede en la vida, nos sentiremos mejor. Y cuando eso pase, aparecerán nuevas maneras, nuevas ideas, nuevas soluciones para encarar situaciones estresantes. El poder que tiene la forma de pensar es increíble.

-¿Para vos qué sería “positivos”?

Decirse: “Voy a estar bien, voy a estar bien, soy un genio, soy bueno, estoy bien”. A ver, voy a contarte un cuento. Una mamá tiene tres hijos. Le da una botella a uno y lo manda a comprar aceite. El chico va y al regresar, se tropieza y pierde la mitad del aceite que le habían cargado en la botella. “Mamá, qué torpe soy”, le dice. Es el hijo pesimista. Va el segundo nene con la botella, se tropieza, llega a la casa con la mitad del aceite. “Mamá, se me cayó la mitad, pero mirá, tengo esta mitad, qué bueno que soy”. Es el hijo optimista. Manda al tercer nene, al que le pasa lo mismo y vuelve con la mitad del aceite. “Mamá, perdí la mitad del aceite. Pero, ¿sabés qué voy a hacer? Voy a trabajar duro para conseguir lo que falta”. Es el hijo workrealista.

El primer libro de Bachrach, un best seller publicado en 2012.

El primer libro de Bachrach, un best seller publicado en 2012.

-¿La moraleja?

-Está bueno ser optimista pero no es suficiente. Ser pesimista no te lleva a ningún lado. En cambio, mirar la realidad, trabajar, esforzarte…

-¿Pero alcanza con esforzarse?

No es suficiente, es necesario. “Esforzarse” para mí es dar con la estrategia correcta. Cuando chocás, chocás y chocás, es que estás haciendo siempre lo mismo. Quizás estás esforzándote mucho en el trabajo y no te sale, no lográs obtener nada nuevo, no llegás al resultado, al objetivo, a la meta que te propusiste. Será que estás haciendo las cosas mal y sea momento de cambiar el método. No tengo la fórmula mágica pero es importante darte cuenta de cómo lo estás haciendo.

-¿Aquella experiencia en Harvard tuvo que ver con tu cambio de vida?

-Y… Vengo transitando un camino que siento que ahora sí tiene que ver con mi vida. Pasé 17 años encerrado en un laboratorio científico, estaba en el mundo de la razón de los científicos.

-¿Hay creatividad en la Ciencia?

-Sí, de hecho mi primer libro, AgilMente, es sobre la creatividad. Después dejé Boston y el laboratorio y me volví a la Argentina. De ahí en más, hubo grandes cambios, muchos emocionales. En mi segundo libro, EnCambio, traté de entender cómo funciona la cabeza a la hora de cambiar. Ahí falleció mi papá. Y mientras trabajaba en este último, el de las emociones, murió mi mamá y además me separé de la madre de mis hijos. Diría que el libro que está por salir es el que más me costó. Un proceso muy fuerte, que llegué a sentirlo en el cuerpo. La secuela de aquel ataque de pánico en Harvard es el dolor crónico. Pero me lo banco y sigo adelante.

En mi casa no se hablaba de las emociones, así que me puse a investigar el tema. Y me hice preguntas que nunca me había hecho: qué me pasa a mí.

-¿Por qué investigás las emociones?

Porque en mi casa, cuando era chico, no se hablaba sobre emociones. Bah, si eran lindas, sí. Pero si eran feuchas… “andá a tu cuarto, mejor”. Mis padres eran psicoanalistas, y los amé y fueron geniales. Pero de eso no se hablaba. Así que naturalmente me puse a investigar el tema. Y me hice las preguntas que nunca me había hecho: qué me pasaba a mí, adentro, qué sentía…

-​¿Nunca es tarde?

-La biología dice que nunca es tarde. Lo que pasa es que bueno, algunos son medio cabeza dura, otros no lo quieren ver y algunos no tienen las herramientas para verlo. El cerebro prefiere tener razón a ser feliz. Pero mejor es conocerte y entender cómo te sentís. La mayoría de la gente muere sin ser feliz y creyendo que tuvo razón.

-También te interesa el deporte. ¿Cómo “juegan” ahí las emociones?

-Trabajo hace varios años con deportistas de alto rendimiento y cuando pueden ponerle el nombre correcto a lo que sienten lo regulan, se desconcentran menos y rinden mejor. Me pasó mucho con los deportistas que durante años dijeron: “Estoy enojado. Enojado con este, con esto…” y trabajando conmigo se dieron cuenta de que no era enojo sino frustración. Al principio decían “es lo mismo”. Y no, no es lo mismo.

Un libro para entender por qué nos comportamos de determinada manera.

Un libro para entender por qué nos comportamos de determinada manera.

-¿Por qué nos cuesta gestionar las emociones?

Porque nadie nos enseña sobre ellas. Ni nuestros padres en casa, ni en la escuela. Los papis hacen lo mejor que pueden, no son ni buenos ni malos con sus propias emociones. Ahora, cuando mis hijos me dicen que tienen miedo, me cuentan qué les pasa, que están enojados o tristes, yo digo wow, estoy siendo mejor padre ahora, por fin. Yo no podía decir eso en mi casa porque mis padres no querían escucharlo. ¿Cómo nos van ayudar con las nuestras o nosotros a nuestros hijos? ¡Si yo no conocía las mías! Es una trabajo que estoy haciendo ahora, tengo 48 años. Empecé hace unos cinco años.

-¿Qué es lo más difícil cuando uno se propone cambiar de estrategia?

-Sostener el cambio a largo plazo. Como mi propio conejillo de Indias puedo asegurar que hay técnicas que me funcionaron y otras que no. Y otras que ya incorporé. También me pasa que me aburro muy rápido de los temas. Soy muy curioso y cuando ya está, a otra cosa. Ahora estoy fascinado con el tema del deporte de alto rendimiento.

-¿Por qué el deporte…?

-Porque soy un deportista frustrado.

En Random, el biólogo cuenta cómo la ciencia le cambió la vida. Es su única novela y la editó Penguin Random House.

En Random, el biólogo cuenta cómo la ciencia le cambió la vida. Es su única novela y la editó Penguin Random House.

-Iba a preguntarte por el deporte de alto rendimiento.

Yo jugaba al vóley. Estaba a punto de entrar en la Selección Juvenil. Pero me rompí los ligamentos y no me operé. Así que quedé afuera. Y ahí me fui y estudié en la universidad 17 años.

-No es una operación compleja…

-Es que mi papá no quiso. Mi papá le dijo al cirujano: “No, no, él va a ir a estudiar”.

-Ah, entiendo. Y ser tu propio experimento, ¿te sirvió para aliviar ese tipo de emociones?

-Estoy muy amigado con mi vulnerabilidad. Antes me daba vergüenza, era una pared. Ahora, al menos con los íntimos, me muestro bastante. Y quiero llegar a más personas porque genera mucho bienestar.

-¿Y cómo reaccionan los otros a tu vulnerabilidad?

Hay gente que te devuelve su vulnerabilidad. O habilita el contacto físico: te toman de la mano, te dan un abrazo. Porque nada más lindo, ¿no? Al final todos queremos que nos abracen.

Fuente: Clarin.com