¿Puede el estrés afectar la memoria?

“Yo funciono bajo presión” es una frase que muchas personas suelen decir al explicar que para ellos, el estrés funciona como un potenciador o energizante a la hora de trabajar o estudiar. Sin embargo, cuando la carga es demasiada, puede convertirse en un gran obstáculo. Un escenario bastante común, por ejemplo, es que tras largas jornadas de estudio y memorización, llega el momento de la prueba y toda esa materia desaparece. Algo similar puede ocurrir durante una entrevista de trabajo o simplemente cuando estamos nerviosos, la más simple pregunta pareciera imposible de responder. Esto tiene una explicación: nuestra memoria de corto plazo puede verse afectada por el estrés.

Este tema es abordado por la educadora Elizabeth Cox en uno de sus tantos Ted Talks. Como primer paso, esta especialista, considera que es importante entender cómo funciona este tipo de memoria. Según explica, primero se produce la adquisición, el momento en el que encontramos información nueva. Cada experiencia sensorial activa áreas únicas en el cerebro. Para que estos recuerdos perduren, el hipocampo debe consolidar estas experiencias sensoriales, influido por la amígdala, la cual maneja las experiencias asociadas con las emociones fuertes. El hipocampo codifica los recuerdos, fortaleciendo las conexiones sinápticas estimuladas durante la experiencia sensorial. Una vez codificado ese recuerdo, luego puede ser evocado o recuperado más tarde, quedan almacenados en todo el cerebro, y se cree que la corteza pre frontal da la orden de rescatarlos.

Sabemos que el estrés es un mecanismo de defensa del cerebro frente a una amenaza. Pero ¿qué impacto puede tener en estos procedimientos? De acuerdo a Elizabeth, en las dos primeras etapas, el estrés moderado puede hacer ingresar experiencias a la memoria, como recuerdos. Pero si bien cierta cuota de estrés puede ser positiva, el estrés extremo y crónico puede tener el efecto opuesto.

Esto se ha probado en distintos estudios en ratones. Los investigadores inyectan hormonas de estrés directamente, y a medida que se aumenta la dosis de hormonas corticoesteroides, los roedores tienen mejor rendimiento en las pruebas de memoria al inicio, pero disminuye a dosis más elevadas. En humanos, se observa un efecto positivo similar con un estrés moderado, pero eso se manifiesta únicamente si el estrés está asociado a tareas de memoria, es decir, que la presión del tiempo puede ayudarnos a memorizar una lista, pero no pasa lo mismo si, por ejemplo, alguien nos da un susto. Además, si durante semanas, meses, o incluso años, hay una producción sostenida de corticosteroides por estrés crónico, el hipocampo puede resultar dañado y puede resentirse la capacidad de construir nuevos recuerdos.

“El acto de recordar depende de la corteza pre frontal, que maneja el pensamiento, la atención y el razonamiento. Cuando los corticosteroides estimulan la amígdala, ésta inhibe o reduce la actividad de la corteza. Esta inhibición se produce para que la reacción de lucha, huida o parálisis prevalezca sobre el pensamiento más lento y razonado en una situación de peligro. Pero esto también puede tener el desafortunado efecto de poner nuestra mente en blanco durante un examen, y luego el esfuerzo por recordar algo puede ser un factor de estrés en sí mismo, lo cual genera un círculo vicioso de mayor liberación de corticosteroides y la posibilidad aún menor de poder recordar”, explica.

Las recomendaciones de la especialista para superar este tipo de situaciones son variadas. En un principio, es saber detectar y reconocer cuando se estará en una situación que produzca estrés, es decir, quienes saben que en una prueba, una entrevista o discurso les fallan los nervios, practicar en las condiciones similares a esa situación. “Lo inesperado puede ser un factor de estrés. Practicar bajo presión temporal o trabajar sobre un escritorio y no en un sillón puede hacer que la respuesta al estrés en estas ocasiones sea menos sensible durante el examen en sí”, explica.

En segundo lugar, asegura que el ejercicio físico es otro recurso muy útil. Un mayor ritmo cardíaco y respiratorio está ligado a cambios químicos en el cerebro que ayudan a reducir la ansiedad y a aumentar la sensación de bienestar. Elizabeth comenta que el ejercicio regular mejora el ciclo del sueño, por lo tanto, la recomendación es mantenerse activo los días previos. Por otro lado, otras de las herramientas y probablemente la más útil, es la respiración consciente para contrarrestar la reacción de lucha y nerviosismo. Según se explica, se ha comprobado que los ejercicios respiratorios reducen la ansiedad en los exámenes, “por eso, cuando tu mente quede en blanco en el momento crítico, una buena idea es respirar profundamente hasta recordar”, concluye.

Fuente: www.latercera.com